De infraestructuras y procesos electorales, o de cómo un virus atrofió la materialidad de un sistema electoral

Por Juan Larrosa (5 de noviembre de 2020)

Un sistema de votación puede conceptualizarse de distintas formas. Una de ellas es pensar este sistema como un sistema de comunicación política. Este sistema busca que los miembros de una comunidad expresen una opinión sobre quién o quiénes deben concentrar poder político. El sistema de comunicación, que puede ser tan simple como la votación en una asamblea vecinal hasta un sistema electoral de cientos de millones de personas, busca generar las condiciones para que todas esas opiniones puedan ser agregadas y contabilizadas. Esta suma de “voces” produce una decisión política. Después, el sistema de comunicación se pone en descanso y se reactiva cuando se vuelva a necesitar tomar una decisión colectiva (elegir otro presidente, por ejemplo).

De aquí, hay que saltar a explicar que todo sistema de comunicación tiene una infraestructura material para operar. Por ejemplo, un sistema de comunicación como el ferrocarril, opera con una infraestructura hecha a base de rieles. En el caso electoral, el sistema de votación, en tanto sistema de comunicación política, tiene una base material básica, es decir, una infraestructura, compuesta por un ensamblaje (à la Deleuze y Guattari) de cuerpos humanos (y muchas otras “cosas” más). En este sistema de comunicación, los cuerpos humanos, de distintas formas, emiten una señal para comunicar su voto. En otras palabras: sin los cuerpos humanos simplemente no habría posibilidad de que el sistema de votación, en tanto sistema de comunicación, opere.

En el campo de los estudios de infraestructuras, los antropólogos han dejado muy claro algo: las infraestructuras son invisibles hasta que se atrofian o dejan de funcionar. Por ejemplo, los oleoductos mexicanos nos resultaban invisibles a la mayoría de nosotros, hasta que ocurrió el desabasto de gasolina por el combate del huachicoleo. Hasta que no dejó de funcionar ese sistema de ductos, la infraestructura, a pesar de su monumentalidad, resultaba invisible para la mayoría de nosotros.

El caso de la jornada electoral de Estados Unidos ejemplifica la visibilidad e invisibilidad de las infraestructuras materiales. Cuando el sistema funciona cotidianamente, la materialidad de los cuerpos, en tanto infraestructura, resulta invisible. Sin embargo, el coronavirus provocó la reducción de la movilidad de los cuerpos humanos. Esto significa que impidió, parcialmente, que los cuerpos salieran de sus casas y se transportaran a los centros de votación. Esta nueva condición hizo que este ensamblaje-infraestructural se atrofiara y dejara de funcionar en forma óptima. Es decir, en un sistema diseñado para que los cuerpos se muevan a las urnas y emitan su voto, cuando hay pérdida de movilidad, la infraestructura se rompe o deja de funcionar.

Ante la contingencia que trajo el coronavirus y que atrofió parcialmente su sistema comunicativo-electora, Estados Unidos tuvo que echar mano de otro sistema de comunicación como es el sistema de correo postal—ciertamente, antes de las elecciones de 2020 la posibilidad de votar por correo ya existía en algunos estados, pero no era una práctica masiva, pues lo común era votar en persona. Sin la alternativa del correo postal, el sistema comunicativo de votación hubiera colapsado de forma mucho más significativa.

La pérdida de movilidad de los cuerpos humanos dañó de forma importante el sistema comunicativo de votación. El sistema tardó varios días en procesar el agregado de “voces” de los estadounidenses: de ser un sistema diseñado para que a más tardar a la mañana siguiente de la votación se puedan conocer los resultados electorales, en la jornada de 2020 el sistema demoró varios días en lograr esta tarea. Esto se debe a que el sistema está diseñado para que los cuerpos se muevan y manifiesten su voto en persona, no para que lo envíen por correo de forma masiva.

Este ejemplo nos muestra cómo, un virus, puso en jaque la infraestructura material que soporta uno de los sistemas de comunicación más importantes para una democracia. En términos teóricos ofrece un claro ejemplo de cómo la materialidad y el movimiento de esa materialidad son básicos en la operación de un sistema de comunicación política.

 

Estas reflexiones son, en una nuez, parte de las conclusiones a las que llegué en mi tesis doctoral y sobre la cual estoy escribiendo un libro:

 

Larrosa-Fuentes, Juan S. “Communication and the Body Politic: Hillary Clinton’s 2016 Presidential Campaign in Philadelphia’s Latino Community”. Tesis Doctoral, Temple University, 2017. http://digital.library.temple.edu/cdm/ref/collection/p245801coll10/id/507196.

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