Por Juan Larrosa, 6 de mayo de 2025
En días pasados, la periodista Carmen Aristegui dio a conocer una serie de reportajes denominados #TelevisaLeaks, sustentados en dos fuentes principales. La primera es un disco duro de ocho terabytes que contiene mensajes e información sobre un grupo interno de Televisa llamado “El Palomar”, dedicado a operaciones negras (black operations, black ops) financiadas por la propia empresa. La segunda es una entrevista con un técnico y videasta que participó activamente en ese equipo.
A través de sus investigaciones, Aristegui ha revelado la existencia de campañas negras diseñadas y difundidas desde Televisa. Campañas contra empresarios rivales —como Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca— o contra la familia Alemán, antigua accionista de Televisa. Pero también campañas de desprestigio contra personajes públicos, como un ministro, cuya vida privada fue blanco de una estrategia de desinformación, o incluso contra la propia Carmen Aristegui. Asimismo, se documentan campañas favorables, como las que habrían fortalecido la imagen del entonces presidente de la Corte, Arturo Zaldívar.
El contenido es denso, amplio y preocupante. Sin embargo, lo más sorprendente ha sido su escaso impacto en la esfera pública. Pocos medios, periodistas o columnistas han retomado el tema. Una explicación que han dado varios es el temor que aún genera Televisa como actor poderoso en el ecosistema mediático. Aquí, es contraintuitivo pelearse con un gigante que, además, ahora se sabe, tiene una fábrica de propaganda y desinformación bien aceitada.
Pero hay otras razones que, a mi juicio, merecen más atención. Una de ellas es que estas prácticas son mucho más comunes de lo que creemos. Los llamados cuartos de guerra, las operaciones negras o el opposition research son mecanismos frecuentes, practicados no solo por grandes corporaciones, sino también por gobiernos de todos los niveles.
En Jalisco lo hemos documentado desde el observatorio ETIUS y hemos señalado cómo los gobiernos de Emilio González, Aristóteles Sandoval y Enrique Alfaro han contado con operadores encargados de hacer campañas de desinformación, ya sea para atacar adversarios o limpiar la imagen del gobierno en turno. Y no solo se trata de gobiernos. Existen medios de comunicación, agencias privadas y actores políticos que practican estrategias similares.
Por eso, otra posible explicación del silencio mediático ante este caso es que muchos prefieren no tocarlo, porque saben que en este juego pocos están libres de culpa. Por lo anterior, lo verdaderamente relevante de los reportajes de Aristegui no es lo que revelan sobre Televisa, sino que aportan evidencia concreta de un ecosistema de propaganda, desinformación y manipulación que ya veníamos señalando desde hace tiempo.
Estas prácticas no son nuevas. La propaganda y la manipulación informativa existen desde hace siglos. Lo que cambia ahora es la escala, la velocidad y el costo:
- Se pueden producir contenidos falsos o manipulados de manera muy barata.
- Pueden viralizarse en segundos.
- Pueden llegar a millones de personas, incluso a nivel global.
Estas tres condiciones hacen que las black ops contemporáneas sean mucho más peligrosas, sobre todo en contextos de polarización y desconfianza.
Esperamos que en los próximos días se conozca más información de los ocho terabytes que Aristegui y su equipo siguen investigando. Lo que está en juego no es solo el prestigio de una empresa, sino las condiciones mismas de nuestra conversación pública.
Este texto fue leído originalmente en el noticiario de NTR Radio transmitido el 12 de mayo de 2025 y conducido por el periodista Sergio René de Dios Corona.