Una agenda para los observatorios de medios en México

Una versión de este texto fue publicada en la edición de Mayo (2017) de la Revista Zócalo. Para consultar el ejemplar plublicado por la revista, pulsa aquí.

 

Portada de la Revista Zócalo (Mayo 2016)

Portada de la Revista Zócalo (Mayo 2016)

En términos históricos, los observatorios de medios nacieron a finales de los noventa en Brasil y a principios de la década siguiente, en el 2002, en el Foro Mundial Social. Sin embargo, la idea de entender a la comunicación como un derecho y de observar los procesos comunicativos viene de mucho antes, por ejemplo, de los primeros centros de investigación académica sobre comunicación y periodismo, del sistema internacional de protección a los derechos humanos, así como de las primeras iniciativas ciudadanas que en las décadas de los setenta y ochenta se dedicaron a observar públicamente la comunicación mediática. Todas estas iniciativas están marcadas por la diversidad, ya que no existe una sola forma de observar la comunicación, pero especialmente porque cada iniciativa responde a características muy particulares respecto del tiempo y el espacio en el que se desarrollan estas veedurías. Es decir, no es lo mismo observar la televisión estadounidense en los años setenta en el contexto de la guerra fría, que las telenovelas mexicanas en el siglo XXI. En este marco, quisiera proponer una agenda de lo que, desde mi punto de vista, los observatorios de medios en México podrían trabajar en la siguiente década.

 

El planteamiento de esta agenda debe partir de un análisis del contexto histórico, sociopolítico y cultural de la comunicación en México. Los observatorios que hacer, como se conoce en el mundo de las organizaciones civiles, un análisis de coyuntura que permita descifrar el contexto actual. (En la academia el análisis de coyuntura toma otra definición.) Por razones de espacio no puedo profundizar en este contexto. Sin embargo, yo percibo que hay cuatro elementos que marcan los tiempos actuales. El primero de ellos tiene que ver con la concentración y centralización de la comunicación. Las nuevas regulaciones en materia de telecomunicaciones, así como el desarrollo tecnológico global, han logrado que, paulatinamente, algunos de los grandes monopolios en México hayan empezado a disminuir poder. Sin embargo, ahora estamos ante una ola de concentración global de empresas que afectan directamente a México, como es el caso de Google y Facebook. En segundo lugar, hay que señalar que el sistema de comunicación política en México está controlado por los partidos políticos y es un tema que dará mucho trabajo en los siguientes años. En tercer lugar me parece notable que nuestras vidas son administradas por un Estado que en los últimos años ha demostrado ser incapaz de mantener la seguridad pública, lo que incluye garantizar la seguridad de aquellos dedicados profesionalmente a informar. Finalmente, el cuarto punto indica una gran transformación de las audiencias en México. Por un lado, comenzaremos a ver nuevas generaciones de mexicanos que ya no crecerán bajo la dominante influencia de la cultura política y entretenimiento promovidos por Televisa y por otro, estamos ante lo que Guillermo Orozco ha denominado la “migración tecnológica de las audiencias”, de sistemas de comunicación análogos a digitales.

 

En este contexto, hay un sinnúmero de cosas que hacer. A continuación planteo algunas de las que me parecen más relevantes. (Vale la pena señalar que esta agenda no debe verse como un borrón y cuenta nueva: los observatorios deberán crear sus propias agendas y mantener el trabajo que por años han hecho.) Algo que es muy importante que los observatorios puedan crear, son mapas sobre la comunicación en México. En general, el Estado mexicano se ha caracterizado por producir muy mala información al respecto. La información es escasa y con pocas posibilidades de ser sistematizada y comparada. Por ello, los observatorios podrían recolectar esta información y generar proyectos que busquen llenar los huecos informativos existentes. Por ejemplo, podría existir un proyecto colaborativo para crear un censo y mapas de todos los medios hiperlocales y digitales del país. Esto permitiría tener una nueva mirada a los procesos de concentración y centralización del país, así como una radiografía del periodismo local.

 

Otro de los temas apremiantes tiene que ver con realizar evaluaciones sobre la libertad de expresión en México. Sí, es cierto, como muchos intelectuales han escrito, que en México tenemos una libertad de expresión que no existió durante buena parte del siglo XX. Ahora podemos criticar al presidente y nadie nos va a desaparecer. Sin embargo, esta constante celebración de la libertad de expresión ha ocultado otras realidades que son perniciosas para esta materia. Un elemento de primera importancia es el creciente deterioro de las condiciones de seguridad para que los mexicanos ejerzan su libertad de expresión y particularmente para practicar el periodismo. Los gobiernos locales (véase nada más el caso de Veracruz), así como el crimen organizado han asesinado, privado de su libertad, y amedrentado a periodistas y ciudadanos que han buscado manifestarse críticamente en contra de políticos, empresarios, y criminales. Aquí es es importante añadir, la creciente criminalización de la protesta social. Hasta ahora, muchas organizaciones han dedicado sus esfuerzos para investigar, entender y denunciar esta situación. Esta es una labor que los observatorios deben continuar.

 

La relación medios, poder y democracia también puede ser tema de estudio y activación de los observatorios de medios. El sistema de comunicación política en México está cooptado por la clase política, especialmente por los partidos. En este sistema, los ciudadanos tienen muy pocas oportunidades de participación. El Estado mexicano debe reformarse y para ello debe ampliar su mirada sobre el concepto de sistema de comunicación política, que actualmente está restringido al monolítico e inútil sistema de spots durante las campañas electorales. El Estado debe buscar vías para que las élites políticas y los ciudadanos puedan comunicarse, velar porque existan medios de comunicación que ejerzan el periodismo en mejores condiciones, y dejar de controlar a los medios de comunicación a través de la asignación discrecional de recursos públicos. Por ello, la labor de los observatorios en esta materia es amplia: realizar investigaciones de derecho comparado internacional para proponer modelos de comunicación política y de asignación de gastos públicos; proponer modelos novedosos para el fortalecimiento de medios de comunicación dedicados al periodismo; fiscalizar la estructura y trabajo de los medios públicos; señalar la pauperización de las condiciones laborales de los periodistas y buscar soluciones a este problema; e investigar la censura y autocensura periodística.

 

Por último, los observatorios de medios pueden prestar mucha más atención a las audiencias. Estudiar a las audiencias no es fácil ni barato, porque implica hacer encuestas para evaluar y medir el consumo cultural, hacer trabajos etnográficos que llevan mucho tiempo, o ahora, desarrollar tecnologías para analizar directamente el comportamiento de las audiencias. Sin embargo, sería muy importante que los observatorios pudieran ofrecer información al respecto. En México tenemos información sobre las audiencias que se filtra de las empresas comerciales (los famosos ratings) y por otro lado existe, como ya lo mencioné, información desperdigada y en general de mala calidad, producida por el gobierno. A partir de trabajos colaborativos los observatorios de medios podrían generar una encuesta nacional que año con año mida el consumo cultural de los mexicanos. Mejor aún, podrían desarrollarse tecnologías de acceso abierto, para la medición del consumo mediático y uso tecnológico en nuestro país. Con estos trabajos podríamos tener nuevas miradas sobre la “migración tecnológica de las audiencias”, de sistemas de comunicación análogos a digitales.

 

¿Qué hacer con todos esta información y trabajos de investigación? El trabajo de los observatorios tendría que tener cuatro ejes transversales. El primero es el desarrollo de tecnología para la investigación comunicativa. Es decir, que los observatorios, por sí mismos, produzcan tecnologías que les permita recolectar información digital para hacer análisis del Internet de las cosas y de lo que se conoce como big data. Además, estas tecnologías podrían servir para crear trabajos colaborativos para el análisis de las estructuras comunicativas en México (mapeo de medios), y para realizar análisis de audiencias. El segundo es la continuación del trabajo legal y jurídico de los observatorios y tiene que ver con seguir acompañando y asesorando a periodistas y ciudadanos en materia de libertad de expresión, utilizar el sistema internacional de derechos humanos para denunciar la realidad mexicana, y crear propuestas de ley para transformar la comunicación pública en el país. El tercer eje es la educación para la recepción y alfabetización mediática. Los observatorios pueden utilizar los conocimientos que generan para crear propuestas de educación formal y no formal dirigidos a periodistas y ciudadanos, con el fin de contribuir al desarrollo de profesionales y audiencias críticas. Finalmente, el cuarto eje tiene que ver con el periodismo. Por una parte, son pocos los observatorios que son conducidos por periodistas. El análisis crítico de la comunicación requiere de la mirada analítica de estos agentes informativos. Por otra parte, en México tenemos que deshacernos del viejo adagio de “perro no come perro” y crear observatorios de medios en donde periodistas se dediquen a analizar críticamente al periodismo.

 

Referencias

 

Paláu Cardona, M. M. S., & Larrosa-Fuentes, J. S. (2014). Los observatorios de medios como espacios de investigación, formación, comunicación, participación e incidencia pública. En Manual para la observación de medios (pp. 15–22). Guadalajara: ITESO. Recuperado a partir de http://www.publicaciones.iteso.mx/libro.php?id=245

 

Larrosa-Fuentes, J. S. (2012). El diálogo entre observatorios de medios y los medios: una agenda pendiente. En R. Acosta García (Ed.), El diálogo como objeto de estudio (pp. 171–190). Guadalajara, México: ITESO. Recuperado a partir de http://publicaciones.iteso.mx/libro.php?id=208

 

Para citar este artículo:

Larrosa-Fuentes, J. S. (2017, mayo 1). Una agenda para analizar los medios en México. Revista Zócalo, (207), 9–11.

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